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Cuando todo no basta

Enric Company

Conferenciante Motivacional

Vivimos en un mundo donde no basta con llegar.

Carlos Alcaraz tiene dos Roland Garros, cuatro Grand Slams, una plata olímpica, una Laver Cup, 39 semanas como número uno, y con veintidós años ha ganado más dinero del que tú y yo veremos en cinco vidas. Y aún así, hay quien sigue diciendo: “Este chaval no triunfará.” ¿En serio?

Es como el Barça el año del triplete.

Primero, ganó la Liga. Pero el culé decía:

– «Ahora viene la final de la Copa del Rey. Verás qué desastre.»

La ganó.

– «Ya, ya. Pero queda la Champions. Eso son palabras mayores.»

La ganó.

– «Bueno, sí. Tenemos el triplete. Pero seguro que Messi se nos va el año que viene.»

¿Conclusión? Lo que falta siempre pesa más que lo que ya está. Vemos lo conseguido, por positivo que sea, como algo que pertenece al pasado, mientras que el futuro siempre es visto con suspicacia. Con ojos negativos. Y eso no solo agota, sino que también impide valorar lo vivido.


Un matrimonio de cuarenta años se rompe y no falla, siempre hay alguien que salta: “Se veía venir que no funcionaría”.

¿Cómo que no? Y esas cuatro décadas de vida en común, de silencios cómplices y de sonrisas, de ternura, de superación, ¿qué fueron? ¿Un error? ¿Un borrador?

A lo mejor ha sido una historia perfecta y llena de sentido que, simplemente, terminó.

Y ese punto final colocado a tiempo es otro tirunfo. Porque hay quien no se atreve a colocarlo por no tener que enfrentarse a la etiqueta de “fracaso”.


Pasa lo mismo con una carrera profesional que se transforma.

Con un negocio que se cierra.

Con una etapa de la vida que dejamos atrás.


Vivimos asfixiados por la idea de que solo cuenta lo que dura para siempre, lo que llega a la cumbre y sigue creciendo sin parar.

Y la realidad es que más allá de la cumbre no hay nada. Como mucho, nuevas cumbres para escalar.


Muchas veces, lo más valiente no es obsesionarse en seguir subiendo, sino asumir que ya se ha llegado. Y que ahora toca otra cosa.


Les pasa a la mayoría de los deportistas de élite cuando llegan al final de su carrera. Muchos antes de los treinta. Les cuesta comprender que han llegado a lo más alto y que ahora toca afrontar otros retos muy distintos.


La valentía no siempre grita.

A veces, es un susurro que te dice:

-Ya fue suficiente, ya estuvo bien.

A veces, la valentía es decirse a uno mismo: ahora me bajo, ahora cierro, ahora cambio.


Y eso, aunque el mundo no lo entienda, también es ganar.

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