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La flexibilidad

Enric Company

Comunicador y presentador de eventos

He visto un ángel en el mármol y he esculpido hasta liberarlo”. La frase se atribuye a Michelangelo Buonarroti mientras creaba una de sus mayores genialidades, el David. Y viene a sugerir que, de algún modo, su obra ya estaba oculta desde el principio en los cinco metros y pico del bloque de mármol, que él se limitó a ir quitando lo que sobraba.

Buf, pues menos mal que no soy escultor.

Tiene que ser terrible ponerte a hacer algo, lo que sea, pensando que en realidad ya está hecho de antemano; y que tu única misión consiste en no meter la pata mientras intentas sacarlo a la superficie.

Lo digo porque uno de los errores más comunes a la hora de preparar una charla en público es creerte un artista del renacimiento.

Pongamos que te han encargado una intervención de quince minutos para amenizar un evento.

Como el buen profesional que eres, te has pasado los últimos diez días esculpiendo sobre papel los puntos clave de tu discurso, alternándolos con alguna cita por aquí, un par de anécdotas divertidas por allá, incluso calculando el momento exacto en el que provocarás una pausa estratégica sorbiendo el agua de tu vaso con toda la pachorra del mundo.

Lo has ensayado docenas, centenares de veces, hasta conseguir cuadrar el tiempo que te han dado: un cuarto de hora exacto. Llega el día del evento y mientras te vistes en el camerino no puedes evitarlo, piensas que estás a punto de mostrar al mundo el David de los speechs.

Entonces empiezan a pasar cosas que no habías previsto. Por ejemplo:

1) El aperitivo previo es espectacular. Está todo tan rico que no hay manera de alejar a tu público de las mesas. Por megafonía no paran de suplicarles: “Por el amor de Dios, entren ya al auditorio, que nos van a dar las uvas”. Pero ellos siguen masticando.

Total: el acto arranca con veinte minutos de retraso.

2) La charla que tienes preparada acaba dando paso a Mrs. Anja Sjöver, la mítica presidenta-fundadora del Club de Coleccionistas de fotos en blanco y negro de Pingüinos Adelaida. Pero a la hora de la verdad su vuelo desde Estocolmo viene con retraso.

Total: el acto arranca con veinte minutos de retraso.

3) Al principio estaba previsto que hablaran tres personas (contando a Mrs. Sjöver). Pero en el último minuto hablarán dieciséis y todas suecas, lo que representa el doble de tiempo por la traducción simultánea.

Total: por la razón que sea, cuando te dispones a saltar al escenario, alguien de la organización te murmura al oído:

  • En vez de quince minutos habla sólo cinco.

O al revés.

Imagina que horas antes del evento Mrs. Anja Sjöver es atacada por un pingüino macho que sale en defensa de sus polluelos, ella resbala en el hielo, se fractura el tobillo y declina amablemente asistir al evento.

Tú llegas al auditorio sin sospechar nada y el mismo tipo sin entrañas de la organización te murmura:

  • En vez de quince minutos vas a tener que llenar toda la hora.

¿De qué habrán servido esos maravillosos quince minutos EXACTOS que llevas tanto tiempo preparando?

De nada.

El otro día presenté una cena de los empresarios y, por problemas de agenda, el alcalde de la población no pudo llegar a la hora indicada. ¿Resultado?

Tuvimos que recortar todas las intervenciones para respetar la hora de inicio de la cena.

¿Sabéis una cosa? Nadie murió. No se abrieron los cielos ni bajaron dioses enfurecidos porque no habíamos dicho todo el texto que teníamos preparado.

Dicho de otro modo: nunca debes ser esclavo de la duración de tu speech, porque tienes todos los números para que algo salga mal. Si piensas que el tiempo de tu charla es un bloque de mármol inamovible estás tremendamente equivocado, porque todas y cada una de las piezas de una charla, incluido el tiempo, deberían ser siempre de arcilla. Una arcilla muy, muy flexible. Y tú, más que un escultor renacentista, deberías saltar al escenario dispuesto a amasarla en directo, dependiendo de las circunstancias.

Nadie va a exigirte que “cueles” tu discurso con calzador, cuando todo te exige ser más breve o más relajado. Tu mejor charla es la que sabe adaptarse a las circunstancias del directo. La que transmite los conceptos clave en el tiempo del que dispones realmente.

Porque, ¿sabes el secreto para empezar a escribir una buena charla?

Tener claro que no hay ningún ángel oculto en el fondo del papel en blanco.




¡Hasta pronto y que pases una muy feliz Navidad!

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